Una mañana un jardinero le dijo: -Hay un Sátiro completamente borracho tirado en tu rosedal...
-¡Traedlo inmediatamente ante mi presencia! Dijo Midas.
El sátiro resultó ser Silenio, que había viajado con Dionisio a la India y tenía muchas e interesantes anécdotas para relatar. Midas se entretuvo cinco días escuchando atentamente las historias de ese continente lejano, sus ciudades, sus barcos y sus gentes.
Al terminar, sin mediar ningún castigo por aplastar sus rosas, lo envió sano y salvo con Dionisio.
Dionisio, agradecido le dijo a Midas: -¡Pídeme lo que quieras y te lo concederé! Midas, eligió tener el poder de convertir en oro todo lo que tocase y así le fue concedido.
Al principio resultaba muy divertido hacer rosas o pájaros de oro. Pero por error convirtió a su propia hija en estatua de oro.
Y más tarde la desesperación se apoderó de él cuando tenía hambre y su comida se convertía en oro o cuando tenía sed y el vino se convertía en oro.
Llorando le pidió ayuda a Dionisio: -¡Por favor, Dionisio, libérame de este castigo.
Mi propia hija se convirtió en una estatua de oro ante mis ojos ,no puedo ni beber ni comer y estoy muriendo de hambre y de sed ¡Ayúdame!
Dionisio se rió a carcajadas y lo mandó a lavarse las manos para quitarse el toque mágico a un río de Frigia llamado Pactolus, cuyas arenas son todavía doradas. Y le devolvió la vida a su hija.
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