ORFEO Y EURÍDICE

Orfeo era hijo de Eagro, Rey de Tracia, y de la musa Calíope, por otros llamada Clío.


Orfeo, además de ser un gran poeta tenia un talento especial para tocar la lira, deleitaba a todos los que lo escuchaban. Dioses , personas o incluso animales, quedaban extasiados con su música. Hasta los árboles y las rocas se movían y cambiaban de lugar sólo para escuchar sus dulces melodías...



Orfeo tuvo muchas amantes, hasta que un día descubrió en el bosque a la Ninfa Eurídice, de la que se quedó prendado con sólo verla reflejada en el agua una vez, después de aquello ninguna mujer tuvo importancia para él, excepto ella...


Con el tiempo logró encontrarla, ella también se enamoró perdidamente de él, decicieron casarse y nunca hubo recién casados más felices que Orfeo y su bella esposa Eurídice.


Un día mientras recorrían el bosque, Eurídice, sin querer, pisó una serpiente venenosa que estaba dormida. La serpiente, furiosa por haber sido despertada tan abruptamente, le mordió el tobillo y Eurídice murió envenenada a los pocos minutos. Orfeo, desesperado por recuperar a su esposa, decidió descender al Tártaro para buscarla y traerla de vuelta a la vida.




Orfeo tomó la lira, y mientras tocaba, encantaba a todos los que se cruzaban en su camino. Hasta el can Cerbero, el perro de tres cabezas custodio del Tártaro, lo seguía como un cachorrito manso.



 Orfeo continuó su largo recorrido encantando con su melodía a uno tras otro hasta llegar hasta el mismo trono de Hades, el rey de los muertos, que fascinado por los suaves acordes de la lira, le preguntó:-¿Qué vienes a buscar aquí, Orfeo?



-Quiero a mi esposa Eurídice de vuelta conmigo. Respondió Orfeo.



-¡Ah! Escúchame bien. Dijo Hades-Permitiré que Eurídice regrese contigo con una sola condición: -Deberás caminar sin mirar atrás hasta que llegues a plena luz del sol. Eurídice te seguirá mientras tocas la lira y no sufrirás daño alguno.



Orfeo, feliz comenzó a entonar la más dulce de las melodías mientras Eurídice lo seguía a la distancia. Pero Orféo estaba tan ansioso por volver a verla, que pronto olvidó la condición impuesta por Hades y cuando sólo faltaba que la luz del sol llegará a sus pies, volteó la cabeza para mirarla, perdiendola para siempre viendo como se desvanecía ante sus ojos...

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